San Cipriano y su río de ensueño; a bordo de una "brujita"
- Danel Ayesta
- 1 dic 2016
- 4 Min. de lectura
San Cipriano es una pequeña comunidad afro colombiana ubicada a 110 kilómetros de Cali, que se caracteriza por atesorar cascadas y espejos de agua considerados entre los más claros del mundo. La aventura empieza 5 kilómetros antes, con un característico traslado sobre las vías del tren.

Un puente colgante abre paso a la aventura. Unos metros atrás, se reparten los tickets para subir a un característico transporte de la zona conocido como “brujita”. Antes, tablones con rueditas impulsados con un palo. Ahora, más modernizados, con una motocicleta enganchada que empuja con la tracción de su rueda trasera, y hasta un toldo para cubrir a los pasajeros de una hipotética lluvia.

Para recorrer los 5 kilómetros entre Córdoba - pueblo donde llega el bus – y San Cipriano se precisa de un mínimo de espíritu aventurero. Por los rieles pasa un tren de carga, cuyos horarios están estudiados, y las brujitas deben moverse a baja velocidad para evitar chocar con aquella que transita en sentido contrario. ¿Qué pasa cuando ambas se cruzan? Uno de los dos conductores les pide a sus pasajeros que desciendan y corre la estructura hacia un costado de la vía para que su colega pueda continuar el traslado.

Particularmente, en la ida decidí preservar el dinero y caminar muy atento, con el objetivo de sumar agregados a la nota. Al kilómetro, unos niños me llamaron desde una precaria vivienda para mostrarme una iguana; también motivados con la idea de ser fotografiados. Me quedé un rato con ellos y seguí. Tenía muchas ganas de observar esas aguas claras que abraza la selva tropical colombiana.

Tras alrededor de una hora, llegué a San Cipriano en una brujita de las antiguas. “Te cruzo el puente amigo, subite”, propuso un joven cuando faltaban pocos metros. Gran oportunidad para sumar un video más y mucha adrenalina. En los 150 metros el amigo agarró gran velocidad y pegó una frenada de golpe que fue repudiada por sus colegas, pero estuvo muy chévere. Me fui con ganas de volver en el peculiar traslado, bajo la tarifa local de 2000 colombianos (‘0,70 dólar) y no la turística de 5000.

Un niño vino a mi búsqueda y me ofreció alojamiento o comida. Le dije que tenía lo necesario y solo pretendía pasar el día, pero acepté su insistencia por visitar su complejo. Allí conocí a la dueña y a un chico italiano que albergaba desde hace 4 días. Me tomé una gaseosa y aventuré por la selva, muy bien acompañado.

El pequeño se puso la chaqueta de guía y nos llevó momentáneamente a visitar algunas cascadas que están fuera de los caminos marcados. Son 3 kilómetros con diferentes entradas que pueden recorrerse de forma autoguiada y te llevan a saltos y predeterminados sectores del río que concentra un agua sumamente verde, pura, muy limpia. Ideal para tomar y dejarse caer sobre el cuerpo. Cada charco tiene su característica: unos de profundidades que alcanzan los tres metros y otros que llegan a los 12.

Se alquilan flotadores para ponerle un toque de extremo al paseo y es recomendable llevar antiparras para observar la gran cantidad de pequeños peces, y alguna sorpresa, que sacan más de una cosquilla en la Reserva Natural Río San Cipriano - cuya entrada tiene un costo de 2000 colombianos -que en sus 8.500 hectáreas también protege el río Escalerete.

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