La decisión más difícil
- Danel Ayesta
- 6 feb 2017
- 5 Min. de lectura
NOS VOLVEREMOS A VER SUDAMÉRICA (¿?) Cuando uno emprende una vida Nómada, hay dos decisiones que resultan determinantes. Una es dar el primer paso; dejar todo e instalarse en tierras desconocidas sin fecha de regreso. La otra, que también quita el sueño, ES LA VUELTA A CASA. Mis sensaciones previas a una de las decisiones más difíciles de mi vida.

Chichiriviche resultó bisagra para replantear mi viaje. Aquí, sorprendentemente, encontré la tan ansiada comodidad y contención luego de más de un año vagando por Sudamérica. Imaginaba un paso fugaz por Venezuela, esquivando oportunistas con caras malvadas en búsqueda de quedarse “con mis dólares”, pero eso únicamente ocurrió en las primeras 2 horas de estadía. Luego de un hecho en concreto, protagonizado por efectivos corruptos, todo volvió a su naturalidad. Amigos abrieron las puertas de sus casas y me trataron de mil maravillas. Me contaron sus historias, presentaron amigos y marcaron sitios de visita. Los automovilistas pararon sus carros y respondieron a mi pedido de cola y no faltaron esos de paso que en poco tiempo se encariñaron conmigo regalándome desde una palmada en la espalda hasta dinero, pasando por comida. La solidaridad, nuevamente, traspasaba fronteras.

Esas situaciones me relajaron de forma significativa, pero había más relajo todavía. Una noche de enero, llegué a Chichiriviche tras un exitoso AutoStop y una señora muy cómodamente sentada en la playa me vio y me dijo: “Tu lugar es Casa de la Luna”. Me dio indicaciones y las seguí. Se trataba de una imponente estructura a orillas del mar y en su interior arte mochilera plasmada en sus paredes, hamacas a orillas del atlántico y gente impresionante, comandados por Zulay, patrimonio cultural del pueblo.
Aquí hay pocos, pero todos son grandes. Años de viajes, de historias, de sabiduría. Pocos nos animamos a ocupar este espacio de algarabía, reflexión, debate, de iniciativas que busquen resultados en pos de ayudar. En Casa de la Luna, la habitación más cara, se paga sembrando una idea.
Y aquí estoy. De pronto reposando en la hamaca. De pronto salgo para meterme en el mar y buscar peces con las antiparras. De pronto corto leña. De pronto camino por el malecón y me siento a charlar con un desconocido. De pronto voy a pescar. De pronto voy a dar un paseo por los cayos (islas). De pronto y cada vez con más frecuencia, ME PREPARO PARA VOLVER A CASA.

UN CÓCTEL: NOSTALGIA, TRISTEZA, ALEGRÍA
Salí con el objetivo de ir hasta México de un tirón, pero mi viaje resultó más pausado y el tiempo que podía haber invertido en llegar a la cultura Maya lo dediqué a inspeccionar un poco más a fondo cada uno de los países visitados. Me vi muchas veces fuera de los grandes centros turísticos, en caminos invisibles y haciendo cosas que nunca en mi vida pensé hacer ni por asomo. Anduve por ciudades, costas, selvas. Me nutrí de muchas enseñanzas antepasadas.
A veces el ego me tapa. No me deja ver que quizás es tiempo de dar un paso al costado. No me deja respetar las enseñanzas, porque si algo aprendí en la ruta es que no se trata de sumar países, ocupar la máxima cantidad de geografía. No me deja ver que puedo llegar a cualquier lado con mi pulgar hacia arriba, con mis postales y mi positivismo, adaptándome a cualquier tipo de circunstancia. No me deja ver que volver en realidad no es volver, es tomarse un descanso para luego salir a caminar de nuevo. Puedo salir, entrar y volver a salir las veces que quiera, nadie me lo impide y tengo el respaldo de saber de qué se trata.

Se trata de sumar historias que revitalizan, que ejercen docencia, que abren la cabeza. Darle soga a la Universidad de la Vida, que también ¡Rejuvenece! Al momento de este artículo, con 27 años, soy mucho más joven con respecto a la foto del DNI (22). Dejaron de darme más de 30, ahora soy de 25 para abajo, producto de una cuestión superficial pero sobre todas las cosas interna. Debo seguir mi intuición y retirarme en el momento adecuado; recuperar energías, hacer todo lo deseado en la estabilidad y veré cuando es tiempo de salir nuevamente y continuar con esta eterna juventud.
En Venezuela me fue bien con el dedo, conseguí lo habitual por una cuestión de oficio. Mi alegría, mi buena vibra, mi buena predisposición sigue vigente; nunca se fue ni se irá. Lucho para mantenerla arriba, porque en definitiva la energía positiva es mi gran sostén. Pero dentro de esa humanidad que parece protagonizar el cuento más fantástico, visitando paisajes y gente impresionante, hay alguien que necesita momentáneamente el ambiente familiar y reunirse con sus amigos de la estabilidad, para reponer energías y sentar nuevas bases. Entre tanto paraíso, juro que extraño el conurbano bonaerense y sus costumbres.

Nunca pensé que iba a decir esto pero … QUIERO ESTAR EN MI CASA. Quiero bañarme con agua caliente, quiero caminar desudo, quiero un lindo inodoro, quiero una cocina completa y una heladera llena. Quiero reencontrarme con el asado, con las pastas, con el sándwich de milanesa. Quiero tomarme un fernet de litro, quiero salir a caminar por el barrio y escuchar música. Quiero estar en mi pieza, acomodando y rearmando los más de 200 GB entre fotos y videos de Sudamérica. Quiero ver si puedo acomodar el material de tal manera que pueda publicar un libro o por lo menos alguna versión artesanal, quiero volver a los campamentos de fines de semana con amigos.
Sé que es difícil la decisión, pero la voy llevando bien, con altibajos, pero bien. Será extraño. Mi cabeza, súper distinta. La de ellos, igual que siempre. Tendré que estar preparado para responder las mismas preguntas de siempre y para tomar decisiones. Hay personas que deseo abrazar, hay otras que deseo pedirles disculpas y expresarles todo mi aprecio, mientras que con determinada gente directamente deberé soltar y quedarme con los indispensables.

Pienso en todas las cosas que voy a hacer, en lo feliz que seré durante quizás alrededor de entre 2 y 4 meses, porque de una vida Nómada nunca se vuelve. Cuando empecé me advirtieron que, cuando le agarras el gusto, cuando desarrollas aspectos que te permitan cumplir con esos sueños tan anhelados, el aferro es para siempre. Difícilmente me plantee la posibilidad de volver a una oficina, que tanto me dio en su momento y que poco tiene para darme en la actualidad. Quiero continuar con la buena distribución de energías, destinándola a iniciativas personales o colectivas con gente del palo.
Me considero un viajero de ley, que continuará aprendiendo, curioseando, inspeccionando. Soy chiquito, el mundo es muy pero muy grande. Esconde muchos capítulos y quizás muera sin conocerlos todos. Pero haré el intento de sumar las máximas experiencias y, de forma sistemática, compartirlas mediante Sueños de Mochila.

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