La comunidad en donde gobierna el más pobre
- Danel Ayesta
- 25 feb 2017
- 4 Min. de lectura

Gracias a la invitación del párroco del pueblo, en Silvia dormí “en el cuarto de Simón Bolivar”, el mismo día que los Guambinos elegían a su representante. “Hoy la comunidad celebra a su nueva alcaldesa, que deberá dejar todas sus tareas para abocarse gratuitamente a defender los intereses de su comunidad”. Me sentí contento, en algún lugar del planeta el encargado de gobernar era el más pobre de su comunidad. Te cuento más de mi experiencia en Silvia “La Suiza de América" uno de los puntos de mayor crudeza. “Aquí no hace mucho era habitual escuchar disparos y muchos directa o indirectamente sufrimos la guerra”.
En Popayán hacía dedo rumbo a un pequeño pueblo llamado Silvia, conocido como “La Suiza de América”. No descartaba ir a Cali en caso de tener un AutoStop directo, pero el destino me llevó al lugar previsto en tierras colombianas. Me levantó en la ruta un señor y me invitó a comer, sumamente agradecido por haberlo acompañado a lavar su vehículo. Recuerdo que pasamos a buscar a su mujer y planeamos una estrategia porque a ella no le generaba agrado “esto de levantar desconocidos en la ruta”. Por suerte la historia duró poco, porque la señora se sintió encantada conmigo y le dijo a su marido de comer todos juntos.
Ella no estaba al tanto que anteriormente ambos nos habíamos clavado una terrible bandeja de frijoles con pollo, arroz y ensalada en una brostería. Estábamos que rodábamos y parte del pedido era no hablarle sobre el almuerzo. El tipo estaba a dieta y yo resulté ser su cómplice, momentáneamente, porque finalmente confesó aprovechando el ambiente de algarabía por tener a un viajero.

Empecé con mis primeras preguntas sobre Silvia. Pregunté sobre los pesares lejanos. “No te creas que son tan lejanos. Acá la gente todavía tiene miedo. Se sufrió mucho con las guerrillas. Hubo muchos enfrentamientos y atentados. De hecho yo fui víctima de uno. Una bomba casera cayó y explotó en mi casa”, me dijo el conductor emocionado mientras su acompañante mostraba signos de consternación. Me mostró en su brazo heridas de gravedad y al día de hoy me pregunto si alguien de su familia falleció. “Hubo muchas muertes y amedrentamientos. Heridas que no terminan de cicatrizar”, coincidieron ambos y una caricia de ella a él al hombro fue suficiente para cambiar el rumbo de la charla.
“¿Te acordas la escuela en donde me recogieron? Bueno, llegaste justo. Hoy los Guambinos eligieron a su representante”, aseguraron adelante y automáticamente desde atrás estiré mi cuerpo hasta ponerme a la par de ambos invitando a escuchar más. Se referían a la comunidad nativa Misak, que ocupa la mayor parte del territorio por encima de los Paez. “Los Misak son mayoría aquí pero los Paez a nivel departamental son más”.

UN SISTEMA DE GOBIERNO EJEMPLAR
Durante muchos años me declaré apolítico y me río al recordar esos años porque hoy en día me considero bastante político. Le fui agarrando de forma paulatina el gusto a la gestión desde el ámbito periodístico. Trabajé en una agencia de noticias poco convencional por estos tiempos y muy criticada por su popularidad. Con el tiempo me di cuenta que muchos de los textos y posteos en Facebook eran redactados con el objetivo de incentivar a una respuesta, a una solución, sin una retribución monetaria extra ni ninguna aspiración política. Los valores eran otros.
En la comunidad Misak, hay valores que merecen ser destacados. Los Guambinos hacen una asamblea en donde se eligen los cargos directivos anuales. Se hace una preselección y se llama a votación. Una vez consumado el acto electoral, el o la servidora pública deberá abandonar sus tareas habituales para destinar todas sus energías a su flamante labor como servidor público de forma gratuita. La elegida por aquel entonces resultó ser una joven que estaba a punto de recibirse como abogada, pero momentáneamente debía abandonar sus estudios avanzados. Lo más interesante es: “El ejercicio del cargo es Ad Onorem. No tendrá ninguna entrada de dinero y su pareja deberá acompañarla”.

Un político pobre, que absurdo, ¿no? Deberá apelar al pueblo para poder comer. A las quintas para ser abastecida de maíz y papa, para poder aspirar a poder comer sasgo (Sopa de maíz espesa con aves y carnes). Realmente me sentí maravillado. Yo sabía que en alguna parte del mundo había gente que gestionaba por vocación. Me sentí muy bien y motivado. Había encontrado esa forma que idealicé por años. Gobernar por vocación, para ayudar a tu pueblo, a tu comunidad y poner el pecho. Ser pobre económicamente pero rico por ser elegido para tamaña responsabilidad.
UNA OPORTUNA BIENVENIDA Y UN CUARTO CON HISTORIA
A Silvia llegué un domingo y la plaza era un hervidero. Había gente por todos lados y la mayor cantidad de miradas se las llevaban las camionetitas ploteadas. Viajeros de Uruguay, Argentina y Colombia que iban en búsqueda del sueño “Ushuaia – Alaska”. Me sumé a ellos y di una exposición de fotografía con el objetivo de sumar lazos y si … Especulando con una potencial invitación a dormir. No me interesaba dinero. Como de costumbre actué sin buscarlo y más que lo suficiente para pagar un alojamiento tras meses de casas de familia. Apareció el párroco del pueblo y él mismo me ofreció su espacio.

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