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La fiesta de la Torta Frita en Mercedes

  • Danel Ayesta
  • 8 abr 2019
  • 5 Min. de lectura

Muchas veces los grandes atractivos están a la vuelta de la esquina y en Mercedes lo comprobamos. Vivimos dos grandes jornadas en "La Fiesta de la Torta Frita". Todo comenzó en un confortable tren y terminó en una fiesta de cumpleaños con vecinos mercedinos. Te compartimos la experiencia.

Muchas veces la escala de disfrute está definida por el contexto, el momento y no por el lugar. Cuando se viaja por tiempo indeterminado las necesidades van variando en el mismo andar. Por ejemplo, cuando llegamos a la Torre Effiel (París, Francia) estábamos más preocupados por buscar un lugar en donde dormir que en estar de frente a un símbolo mundial.

Nos dolía la espalda y entrar a una gran ciudad implicaba una serie de gestiones muy agotadoras. Pero cuando el viaje es a la Vuelta de la Esquina, teniendo los horarios del tren y dejando de lado el Autostop (viajar haciendo dedo), sabiendo de antemano que en dos días estaremos durmiendo en casa con el perro y con un anfitrión pactado con anterioridad, todo toma otro color.

Nos fuimos a Mercedes, a escasos 100 kilómetros de casa, para presencia la edición N°20 de “La fiesta de la Torta Frita”. Tan sólo una mochila liviana con una muda de ropa, para tomar el servicio ferroviario Once – Chivilcoy. Viaje que peligró: Me entré a bañar con 27 tickets disponibles en la página de Trenes Argentinos y al salir ya no quedaban más. De todas maneras decidimos ir a la terminal y a 20 minutos de la partida nos vendieron dos de los últimos seis pasajes que quedaban. La suma, $82 en clase Pullman (la más cara). La comodidad más barata costaba $72 y es posible obtener el boleto con un 10% de descuento en la página web de trenes argentinos.



Eran dos horas de viaje pero se extendió a cuatro. Una “amenaza de bomba” obligó a los guardias a visitar los baños. Por suerte, nuestra espalda descansaba sobre confortables asientos, contrastando con los habituales servicios locales de la línea Sarmiento (algunas formaciones mejoraron). Un baño limpio, enchufes para cargar el celular y hasta dispenser con agua fría y caliente, me recordaron a los trenes europeos.


Entre charlas y mates de entre vagón con otros pasajeros, llegamos a Mercedes. “A la vuelta de la Esquina”, en relación a tanto lugares que visitamos a miles de kilómetros, pero bajo un entorno muy diferente al registrado horas atrás. Lejos de la convulsión de Once, de capital Federal en sí, nos recibió una desolada estación cuando el reloj superabas las 23 horas. Las opciones que se abrían, eran tomar un Taxi o caminar 2,5 kilómetros hacia el fondo de República de Chile, en donde nos esperaba Elizabeth.


A esta mercedina la conocimos a través de Joaquín, su hijo. Él se encontraba de viaje por Capilla del Monte pero nos extendió el contacto de su madre. “Ella tiene una casa grande y tiene ganas de recibir por Couchsurfing”, nos adelantó. Siempre decimos que más allá de los lugares están las personas y Elizabeth junto a su familia hicieron que nuestra experiencia sea de ensueño. Comprendió nuestro retraso (tren) y nos recibió con unos exquisitos fideos al pesto. Además, nos ubicó en una linda habitación y charlamos mucho durante todo el fin de semana.


Teniendo un panorama general, empezamos nuestro paseo por la afama Pulpería de Cacho. “La última pulpería y último pulpero mercedino y argentino … Cacho”, cita el cartel de bienvenida, teniendo como testigo a un grupo de motoqueros. Construía en 1830, su exterior conserva la fachada intacta: paredes de ladrillos de la época de 45 cm de espesor. En su interior puede observarse el mobiliario (mostrador de estaño, estanterías, etc), piso de ladrillos, techos de tejuelas y tirantes originales. A escasos metros, la bajada a un río de poco caudal, pero lo suficiente para entretenerse con la pesca de mojarritas tal como sugería un grupo de niños. Cuesta creer que circunstancialmente, ese brazo del Rio Luján se transforma en la peor amenaza de las casas aledañas, provocando inundaciones.


Siguiendo el cauce llegamos al Parque Municipal. Merodeando el mediodía, una gran cantidad de puestos con diversas propuestas empezaban a copar la plaza. Desde comidas rápidas, pasando por tortas y terminando con el sector de las tortas fritas. Un semicírculo con puestos dedicados íntegramente a la elaboración a la vista y comercialización de la torta fritas, que se debaten anualmente el premio “a la mejor torta frita”. Charlamos con los ganadores de la edición 2016 y los fotografiamos. Nos pusieron al tanto de las actividades y también nos extendieron la invitación a la fiesta del Salame Mercedino (Septiembre), la Galleta de Campo y el Durazno, las cuatro celebraciones locales que se realizan anualmente. Recordé cuando un vecino, en cercanías a mi casa, me dijo: “Ey, mirá estos duraznos, traídos de Mercedes”, suficiente para convencerme de comprarlos.

Como era temprano, fuimos para el centro del pueblo. Allí nos deleitamos con muchas estructuras antiguas que le dan valor al sitio. Como el paseo era a bajo presupuesto, comimos en un food truck frente a la estación de trenes de Mercedes para luego disfrutar de la plaza. La jornada sin lugar a dudas acompañaba y a paso lento nos íbamos topando con la catedral y con un surtido circuito comercial en la plaza del centro.


A las cuatro de la tarde volvimos al centro de la fiesta. Tras un trabajo a conciencia, de amasar y amasar con fuerza ante la presencia de centenares de curiosos, la masa tomó forma circular. Quirúrgicamente, se adherió la torta a un disco y con un gancho lentamente se la trasladó al disco en donde la grasa sumamente caliente esperaba hacer el resto. Un espectáculo muy lindo, curioso, que se llevó los flashes de propios y extraños de pueblos aledaños, capital federal y el conurbano bonaerense.

Finalmente, tras unos 8 minutos de incertidumbre, entre vuelta y vuelta, el rostro de los “ingenieros de la torta frita” pasó de seriedad (producto del compromiso) a felicidad. Los pómulos se ensancharon. Aparecieron las sonrisas, los abrazos y las postales. Desde un escenario y en el alrededor del cerco perimetral la gente aplaudió fuertemente mientras que en la estructura contigua un grupo de danzas folclóricas presentaba su número, una de las tantas propuestas musicales que hubo durante todo el fin de semana en un evento con entrada libre y gratuita, y cuyas torta fritas costaban $10 cada una (exceptuando la gigante que se repartió gratuitamente). Muy popular.



Conformes, nos fuimos a descansar y por la noche seguimos nutriendo nuestra capacidad de asombro. Visitamos consultorios médicos con estilo, con identidad mercedina, en donde se entremezclaba la tecnológica moderna con muebles antiguos dentro de una casona alta de los años 1900. Objetos, muebles y hasta pinturas locales hechas por Elizabeth que muestra puntos característicos de Mercedes. Contiguo al lugar, se celebraba el cumpleaños de Josefina. Fuimos invitados y fue en deleite al paladar y a los ojos. Entre pizzas hechas en un horno de barro, cervezas y un juego de truco inconcluso ;), muchos objetos antiguos. Desde utensilios, pasando por muebles y terminando con cuadros publicitarios del antaño.


Estábamos cansados y postergamos para una próxima visita la salida nocturna. Volvimos a lo de Elizabeth y al otro día nos despedimos. La vuelta estaba vez fue en un tren de línea habitual, que va de Mercedes a Moreno y de Moreno a Once. Se destaca por ser más económico (se paga con tarjeta Sube), pero se pierde en comodidades y velocidad. Antes de subir a la formación, paseamos por la estación de Mercedes. Encontré como curiosidad que todavía en las periferias de la ciudad de la Furia se vendía la gaseosa por vasito y un cartel antiguo de la fiesta del durazno se llevó el flash de la cámara. Mientras tanto, Andrea amplió su álbum de fotos con estaciones de trenes. Recorrimos hasta que la locomotora se enganchó con los vagones y el guarda nos invitó a subir. Mercedes, hasta último momento!


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Acerca de mí

Soy un joven periodista que decidió dejar su trabajo estable en los medios de comunicación, en búsqueda de cumplir su sueño de dar la vuelta al mundo. Todas mis experiencias son difundidas mediante textos e imágenes que cuentan con una perspectiva propia.

 

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